Los niños que Dinamarca sacó de Groenlandia para convertirlos en un experimento social (y las disculpas del gobierno danés)

Los niños que Dinamarca sacó de Groenlandia para convertirlos en un experimento social (y las disculpas del gobierno danés)

  • Ellen Otzen
  • BBC

En 1950 un grupo de niños inuites fueron separados de sus familias en Groenlandia y llevados a Dinamarca para ser educados como ciudadanos daneses.

Han tenido que esperar más de 60 años para que el gobierno danés se disculpara por un experimento que los dañó enormemente.

El gobierno de Mette Frederiksen ha pedido perdón formalmente esta semana a los 22 niños.

Helene Thiesen, quien ahora tiene 75 años, formó parte de ese grupo de niños. Reconoció que la disculpa del gobierno danés significaba mucho para ella.

«Era un lindo día de verano cuando dos caballeros daneses se aparecieron por nuestra casa», recuerda Helene Thiesen.

Era 1951 ella vivía con su familia en Nuuk, la capital de Groenlandia.

«Estaban con un intérprete y con mi hermana mayor. Entonces yo pensé: ‘¿Qué hacen aquí?’ Teníamos bastante curiosidad. Nos pidieron que saliéramos mientras mi mamá hablaba con ellos».

«Le preguntaron a mi mamá si estaba dispuesta a enviarme a Dinamarca. Aprendería a hablar danés y tendría una muy buena educación. Le dijeron que era una gran oportunidad para mí».

«Mi mama le dijo que no dos veces. Pero ellos siguieron presionando y diciendo que debía enviarme a Dinamarca, que era sólo por seis meses. Que tendría la oportunidad de un futuro prometedor».

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Dinamarca estaba decidida a mejorar las condiciones de vida de su colonia ártica.

Muchos de ellos todavía vivían de la caza de focas, sólo un pequeño porcentaje hablaba danés y la tuberculosis estaba bastante diseminada.

La mejor manera de modernizar la isla era crear un nuevo tipo de groenlandés, decidieron las autoridades danesas.

Le enviaron telegramas a directores de escuelas y sacerdotes pidiéndoles identificar a los niños más inteligente entre 6 y 10 años.

Helene Thiesen (abajo, a la izquierda), con sus padres y hermanos en Groenlandia.

El plan, ideado en conjunto con la fundación Save the Children de Dinamarca, era enviarlos a familias danesas para que fueran reeducados como «pequeños daneses».

Muchos padres se mostraban reacios a mandar a sus hijos, pero finalmente 21 familias cedieron.

El padre de Helene Thiesen había muerto de tuberculosis tres meses antes y su madre quedó con tres pequeños hijos.

«Mi mamá me explicó: ‘Te vas a Dinamarca‘».

«‘¿Qué es Dinamarca?’, le pregunté».

«‘Es un país muy lejano, pero bonito, es como el paraíso. No tienes que estar triste’, me dijo mi mamá».

En mayo de 1951 el barco MS Disko partió desde Nuuk con 22 niños a bordo.

«Desde el barco miré a mi mamá y no pude ni hacerle «chao» con la mano. Estaba tan enojada».

«Simplemente dejé mis brazos abajo y pensé ‘¿Por qué me dejas ir?'».

«No entendíamos por qué nos estaban mandando lejos. ¿Qué nos esperaba? Todo era muy incierto».

«Me acuerdo cuando llegamos a Copenhague. Estaba anocheciendo y era un puerto muy grande».

Después de llegar, los niños fueron enviados a sus familias adoptivas.

Pero primero pasaron el verano en lo que fue descrito como un «campamento de verano», conocido como Fedgaarden.

«Después supimos que, en realidad, nos tenían en cuarentena», dice Thiesen.

«La granja era tan remota, nunca vimos ninguna otra casa. Nos pusieron en cuarentena porque éramos el primer grupo de niños que llegaban de Groenlandia a Dinamarca. Temían que tuviéramos algo contagioso».

«Seguí preguntándome qué hacía ahí y cuándo volvería a casa. Extrañaba a mi madre y tenía mucha pena por la muerte de mi padre».

La visita de la reina

La llegada de los niños inuites era un proyecto tan prestigioso que hasta la propia reina quiso visitar el campamento.

Pero en la foto que le sacaron a los niños con la reina ninguno sonríe.

«Por supuesto que hubo momentos más alegres, como cuando íbamos a la playa. Pero cuando nos mandaban a acostar, llorábamos en silencio. Me sentía muy triste e insegura allí».

En diciembre de 1951 una revista danesa publicó un reportaje declarando el experimento como un éxito.

«La forma de vida acá en Dinamarca es muy distinta a la que estos niños estaban acostumbrados, pero su habilidad para adaptarse es destacable. Es muy extraño que se produzcan desacuerdos, provocados por su reacción a la civilización», decía la publicación.

«Los niños de Groenlandia ya hablan danés bastante bien pero cuando la alegría o la rabia los agita, una lluvia de palabras groenlandesas aparece de repente, y sonidos en jerigonza se oyen a través del lugar».

«Helene nunca le ha dicho ni una palabra a sus padres adoptivos… y sólo responde asintiendo o moviendo la cabeza. Pero conversa feliz con su hermana adoptiva, Marianne, quien le está enseñando a tejer».

Helene Thiesen desarrolló un eczema en Fedgaarden por lo que se decidió que debía vivir con un doctor.

Para tratar su eczema, le cubrieron los codos y talones con un ungüento negro y se le prohibió la entrada a la sala de estar para no arruinar los muebles.

Una extraña

«Nunca me sentí bienvenida en esa familia. Era una extraña. La madre tenía problemas mentales y estaba acostada todo el tiempo».

«En lo que se refiere a los adultos, no confiaba en ellos. Me habían enviado a Dinamarca. Cada vez que me decían algo sólo asentía o negaba con la cabeza. No quería responderles».

Unos meses más tarde, cuando su eczema estaba bajo control, Thiesen fue trasladada a una familia diferente.

«La segunda familia de acogida era como un cuento de hadas en comparación con la primera. Eragente muy cálida«, dice.

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